martes, diciembre 13, 2005

El horror de las masas

1.300.000.000.- 16.-

Hoy me llegó un correo de mi amada esposa. Ella es una de las personas más bellas que he conocido y tengo que decir que: debe tener uno de los corazones más grandes que existen acá en la tierra. Sin embargo, la misiva traía una desgracia de proporciones bíblicas, desde el más grande de los países asiáticos, en donde los bebes son lanzados a la calle para que mueran, dado que no hay por donde obtener los recursos para ellos.

La condición social es extrema, ya que la población es gigante. El poder económico que hoy demuestra el gigante asiático está sustentado por su recurso inagotable, las personas y que, a través del correo, quedó establecido que también son una materia prima desechable.

Pero la posición de mi amada esposa todavía no la comprendo. Ella sabe muy bien que las proporciones no hacen la diferencia, dado que las condiciones brutales existenciales para los orientales, pueden ser comparadas con las condiciones brutales laborales chilenas. Claro está que son dos fenómenos que rallan en la diferencia; sin embargo, la proporcionalidad es un factor que, aun que distante, sirve para una ecuación.

La economía más potente, el vórtice del cobre chileno, el despegue del idioma chino mandarín, etc., etc. Nótese que son 1,3 billones de personas y ya tienen esas cualidades, además de la magra información, que se debe suceder con tanta ocurrencia que ya es parte del paisaje asiático. Entonces cabe comentar de Chile y sus 16 millones de personas, en donde las cuales se reparten éste país y sus riquezas ¿equitativamente?

Mi intención no es entregar un grito de revolucionarios cambio y sustanciales acciones para que mi nación se vuelva un Edén cualquiera. Tanto como los niños que son lanzados a la calle, acá en el sur del mundo también hay un recurso inagotable y ese es desechado a la calle. La fuerza laboral no vale más que su utilidad, convirtiéndose en materia prima desechable, la que es lanzada al pavimento ante la indiferencia de los demás.

Mi señora esposa es un ángel que vive entre rosales y pantanos. Yo soy parte de su historia y heme aquí respondiéndole ante su dolor por los niños de China. Sin embargo, por allá son más concientes de la problemática que se sucederá a la hora que ese bebé se convierta en fuerza laboral. Es irónico, pero mi nación podría hacer algo si es que cambiamos el chip y escuchan el dolor de la mujer que me tocó por ley.

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